Se te ha ocurrido una gran idea, una que va a resolver todas las inquietudes de tu empresa y resolver tu futuro próximo. Será el nuevo producto estrella de la compañía y habrá que apostar fuerte por él. Será difícil y se necesitarán al menos dos años de inversión, pero merecerá la pena, se venderá mucho.
De acuerdo con John Gall, teórico de sistemas y pediatra retirado, es mejor que no se te ocurra acometer ese tremendo proyecto. Va a fallar si no parte de una solución más sencilla que ya esté funcionando.
Gall formuló una ley para el diseño de sistemas que nos viene a decir que un sistema complejo que funciona ha evolucionado siempre a partir de uno previo, más simple que ya funcionaba. Un sistema diseñado desde la nada nunca echará a andar y no podrá ser parcheado hasta hacer que funcione. Tienes que comenzar uno nuevo con uno simple que funcione previamente.
Esta ley explica las ingentes cantidades de dinero gastados en proyectos gigantescos, que pretendieron ser la solución a mil y un problemas, pero acabaron siendo inútiles y excesivamente complejos. Por más dinero que se le añada para intentar arreglarlo no hace sino acrecentar el problema.
En cambio, soluciones menos ambiciosas y más sencillas hicieron fácilmente su camino hasta la cartera de los clientes. Eran más eficientes.
Los diseños complejos nunca estuvieron expuestos las selección natural del entorno o del mercado mientras se diseñaban. Cada una de las cientos de ideas que lo componen no fueron validadas y probadas con el usuario final o el cliente potencial que las iba a usar. Simplemente alguien pensó que lo mejor era que el aparato vuele, hable, ande y nade.
Construye mejor un pequeño prototipo con una o dos funcionalidades: pruébalo, enséñalo, haz que lo usen. Gusta? Construye un producto mínimo viable y trata de vénderlo. Funciona? Demandan más cosas? Hazlo ahora un poco más complejo.
Ponerlo en el mercado, enseñarlo a clientes potenciales te permitirá validar tus supuestos. No esperes a tener invertido un millón de euros en él. Quizás tu producto sea el ornitorrinco de las especies. Deja que la evolución y la selección natural intervengan y te digan si es mejor ponerle pico de pato o cola de castor.
Si el mercado, en cambio, te muestra su indeferencia, pivota e intenta darle una vuelta a tu producto. Quizás haya más suerte con otra orientación o dirigiéndote a otro nicho. Si aún así, las masas no se muestran entusiasmadas por sacar su VISA, quizás sea el momento de apostar por otro proyecto. No hay un gran problema, solo habrás perdido un sistema sencillo y unos cuantos prototipos.
Referencias:
- MBA Personal, de Josh Kaufman
- John Gall en la Wikipedia.