Cuando hablamos de gestión solemos hablar de «Gestión de proyectos» o de jefes de proyectos, pero cuando estamos gestionando un proyecto no prestamos atención solo a su presupuesto, al tiempo y el alcance del mismo. Lo que realmente queremos conseguir con ese proyecto, dentro de su presupuesto y tiempo establecidos, esproducir un producto que se venda bien y al que le respalde una imagen de buena calidad (después de vender este producto idearemos otro para el que no querremos que le arrastre la mala imagen del anterior).
Idealmente también nos gustaría disfrutar del tiempo en el que lo estamos desarrollando. Ni a nosotros, ni a los miembros del equipo que tengan la suerte de trabajar con nosotros les complacería tener que trabajar en un lugar donde las situaciones de estrés, el mal ambiente o las horas extra nos devoran desde dentro.
El proyecto con el que la empresa de Steve Jobs ideó el iPhone fue un auténtico fracaso, si solo al presupuesto nos referimos. Se terminó gastando en la investigación y desarrollo del nuevo iPhone alrededor de 150 millones de dólares, mucho más de lo presupuestado para ese fin. De hecho, durante el tiempo en el que se estaba concibiendo, se produjo mucha fricción en Apple. Los mejores ingenieros fueron destinados a ese proyecto dejando huérfanos los planes de muchos jefes de proyectos en la casa. Sin embargo, el proyecto terminó generando unos ingresos de 500 mil millones para la compañía de Steve Jobs. Todo un éxito como producto a pesar de que el proyecto fuese un fracaso.
Yo mismo he participado en proyectos que se terminaron a tiempo y dentro del presupuesto, pero que el cliente nunca llegó a utilizar. Se utilizaron tecnologías sencillas y seguras para las que había un amplio margen para hacerlo bien y rápido, pero para cuando vio la luz ya habían sido ampliamente mejoradas por otras. El director del proyecto en el cliente decidió iniciar un nuevo proyecto (con otro proveedor) al poco de que finalizáramos con el anterior.
También he participado en proyectos en los que nos comimos rápidamente el presupuesto y sobrepasamos el tiempo fijado para que comenzase a ser usado por los usuarios. Las buenas ideas usadas en él y lo contentos que estaban los clientes con el resultado final y cómo se había desarrollado todo, hicieron que nos contratasen siempre a nosotros de modo preferente. Perdimos dinero en ese primer proyecto, pero nos hizo ganar buena fama en el resto de la industria donde se ofertaba nuestro producto.
En este libro intento prestar atención no solo al proyecto, sino al producto que se está construyendo en ese proyecto, al equipo que lo está haciendo y, por qué no, a tu propia tranquilidad mientras lo haces. De seguro no querrás un proyecto que te quite el sueño a ti ni a tus compañeros de trabajo.
No está de moda usar la palabra proyectos cuando en realidad lo que queremos es un producto de éxito. Tampoco está en boga emplear a equipos de usar y tirar, configurados explícitamente para los seis meses de un proyecto, cuándo queremos equipos muy cohesionados y de alta productividad ¿Debería decir, por tanto, gestión de productos o gestión de equipos en lugar de gestión de proyectos?
Bueno, un nombre había que darle a esto que hacemos. A pesar de llamarlo proyecto, no se olvide de todos los aspectos que intervienen en un proyecto de éxito: el producto y el equipo.